domingo, 2 de octubre de 2011

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En el fondo la encontró. No se movía, no hablaba, solo lo miraba. Él se dio cuenta de lo que pasaba de inmediato: su gran ilusión ahora lloraba. Sus lágrimas no podían ser vistas ya que por dentro una laguna se formaba. Aquel hombre, por desesperación, trató de darle calor. Ella, viendo su caducada muerte ya pactada, quiso dar una señal de vida. El fuego de sal que en su interior quemaba, unas pocas gotas de agua convirtió en gas. Sus manos, con intensidad la abrazaron, la tocaron, pero la desesperación de la impotencia hacía que él también muriera. En sus ojos dos nubes negras, ¿será por su maquillaje o por la oscura  visión de sus sueños? El sol ya empezaba a salir, y la aquella vida comenzaba a ponerse. De repente, cuando la esperanza ya estaba dada por perdida, un rayo de luz se filtró por su pupila, el reflejo cruzó por los parpados, rozando levemente aquellos limbos. El hombre, ahora chico, miraba atónito lo que pasaba: Un hermoso arcoíris se reflejaba, y buscando puerto entre sus labios se posó mientras el último aliento se escapaba. Aquel chico, ahora niño, no tuvo reacción, simplemente la besó, la besó sin cerrar las pestañas para buscar oro entre sus ojos, la besó de manera ferviente encontrando duendes entre sus dientes, la besó tomando fuerte su cabeza para no olvidar el rostro de su amada pareja, la besó sin querer parar, sabiendo que ese beso no se repetirá jamás. Dos segundos después el mundo había perdido otra existencia, el ataúd estaba cerrado, el hueco tapado, y el niño ahora viejo circula, con una pala en su hombro, cantando al viento: Espero morir ahogado, con mis propias lagrimas tapado, ahora que puedo llorar por dentro se que ese llanto no puede ser secado, que por el sol no puede ser tocado. Cuando lo encontré, seguía cavando en busca de su amor precisamente, él buscaba a la Muerte.

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