sábado, 26 de marzo de 2011

Especie sin Progreso

Unos minutos antes del descomunal fin del futuro, el Anciano Tiempo Aleph quiso dar un paseo por su propio rastro. El Hombre junto al Destino, se habían confabulado para acabar con sus vidas, por lo que Aleph le prestó principal atención a la humanidad en su recorrido. El Anciano Tiempo vio al hombre desde el momento que se irguió, pasó por cuando formó la familia, y cuando empezó matar a otros hombres con armas de alcance mundial. Vio, con ojos perplejos e inmutables, la historia, la política, la psicología, las religiones, y cuantas materias se crearon para explicar el comportamiento de esta especie. Lo analizó todo hasta llegar al momento donde empezó su retrospección: en la batalla final por la existencia, cuando el Hombre se encontró con el Destino en un campo de guerra. El Anciano Tiempo Aleph, antes de saber el desenlace, dio la espalda a la escena congelada, y, antes de dar el primer paso hacia el oscuro barranco, dijo: -el hombre ha evolucionado para ser primitivo-. Y se perdió en la profunda neblina.

Morir sin Mirarse, Vivir sin Conocerse

Un día, una despistada Estrella decidió poner atención a la tierra. Confundida, se dio cuenta que, tanto por la noche como en el día, los humanos las admiraban y necesitaban: con su brillo se enamoraban, bajo su cobijo ellos soñaban, con su estela ellos deseaban  y bajo su calor ellos vivían. Esto era raro, ya que la Estrella siempre pensó que, ella y sus hermanas, tan solo eran bolas de fuego capaces de destruir. Muy indecisa, la Estrella decidió morir para renacer en la tierra. Cuando llegó, lo primero que hizo fue mirar hacia la noche, era hermoso lo que veía, sus hermanas tiritaban, bailaban, por primera vez vibraban de vida. Después de horas de ese espectáculo, la Humana estrella, se dio cuenta que faltaba algo; los humanos, por los que antes sintió curiosidad, no estaban, desesperada los busco por todo el planeta -sin ellos ¿Quién las admiraría?-. Después de varios años la estrella volvió a mirar al cielo: era lo mismo de la primera vez. Se dio cuenta que nunca había visto la mañana, que nunca había sentido el calor del fuego estelar, que el Sol nunca había salido en ningún horizonte visitado… Se dio cuenta de que ella era el Sol. Esa misma noche la Humana estrella murió de su propia falta.

Sin Tiempo la Esperanza de un Desconocido sin Futuro

Una vez, un hombre que había estado buscando un tesoro durante varios años, cansado de pasar innumerables avatares y de no saber lo que en el camino le esperaba, se sentó en una roca aledaña, con las piernas cansadas, abanicándose con su sobrero de paja, meditó por un momento, y se dijo: -desde hoy nada más que el conocido y predecible pasado veré en el horizonte-, años más tarde, el hombre, se dio cuenta que, de tanto caminar salteando lo impredecible, nunca existió, y que el tesoro, del que solo él conocía, se había perdido para siempre.