Una vez, un hombre que había estado buscando un tesoro durante varios años, cansado de pasar innumerables avatares y de no saber lo que en el camino le esperaba, se sentó en una roca aledaña, con las piernas cansadas, abanicándose con su sobrero de paja, meditó por un momento, y se dijo: -desde hoy nada más que el conocido y predecible pasado veré en el horizonte-, años más tarde, el hombre, se dio cuenta que, de tanto caminar salteando lo impredecible, nunca existió, y que el tesoro, del que solo él conocía, se había perdido para siempre.
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